
Sillas de camping se despliegan junto al río al lado de la vía del tren. Es un reencuentro de amigos de un club después de 20 años, tratando de compartir viejos recuerdos. Mientras las copas pasan de mano en mano y una vieja canción comienza a sonar, un hombre vestido con un traje raído entra tambaleándose en el grupo. Kim Young-ho (Seol Kyung-gu). Los amigos que una vez presionaron el obturador de la cámara juntos lo reconocen. Pero la apariencia de este hombre ahora parece visualizar la frase 'la vida se desmorona'. De repente, empuja a la gente y salta a la vía del tren. Mientras las luces de los faros se acercan desde la distancia, Young-ho grita hacia el cielo.
Gritos, bocinas y el estruendo de un monstruo de acero que se abalanza. La película 'Papel de menta' comienza así en el clímax de la vida de un hombre, y luego realiza un intento audaz que es raro en la historia del cine. Hace girar las ruedas del tiempo hacia atrás.

El lugar donde el tren arrasó, el tiempo retrocede tres años. En la primavera de 1996, se muestra a Young-ho, que apenas sobrevive como vendedor en una pequeña empresa. Repite su rutina de ir y volver del trabajo, pero sus ojos ya parecen bombillas apagadas. Su relación con su esposa ha terminado de facto, y no duda en acosar a una empleada de la empresa mientras se sumerge en el alcohol. Los gritos que surgen en las cenas de trabajo y la ira desmedida que hace que la gente a su alrededor se sienta incómoda definen a Young-ho en esta época como un hombre de emociones incontrolables. El público se pregunta naturalmente: '¿Este hombre siempre fue un monstruo desde su nacimiento?'
De nuevo se escucha el sonido del tren, y el tiempo se desliza hacia el otoño de 1994. Era una época en la que la especulación inmobiliaria envolvía al país. Young-ho presume de haber ganado algo de dinero frente a sus amigos, pero su voz está extrañamente impregnada de vacío. A medida que las transacciones inmobiliarias se complican y entra en conflicto con sus clientes, se convierte en un ser humano más agudo y agresivo. Aunque aún no se ha derrumbado por completo, ya tiene grietas que se extienden por todas partes en su interior. La clave es de dónde comenzó esta grieta.
En 1987, Kim Young-ho, que se quitó el uniforme militar, todavía está en el centro del sistema de violencia estatal. En ese año, cuando los gritos de democratización cubrían las calles, se encuentra en la sala de interrogatorios con activistas estudiantiles en su calidad de investigador. Se sube a la mesa y mira hacia abajo a su oponente, y entre colegas que utilizan la tortura y el golpe como un manual de investigación, Young-ho se convierte en el agresor más 'diligente'. La luz de la bombilla brilla sobre una tubería de metal, gotas de sangre salpican su mano, y el rostro del sospechoso está atado con fuerza. Estas escenas muestran cuán 'ejemplar' era el poder público. Sin embargo, incluso cuando se sienta frente a su esposa en casa después del trabajo, no puede abrir la boca. En cambio, el silencio, la locura y la ira repentina se convierten en su lenguaje emocional.
El tiempo vuelve a retroceder. En la primavera de 1984, Young-ho, un novato con una insignia de policía. Este joven tímido y torpe se siente desconcertado al principio por los métodos bruscos de sus superiores. Pero rápidamente aprende que debe adaptarse para sobrevivir en esta organización. Si rechaza la violencia, se convierte en el objetivo. En una cultura organizacional mezclada con obediencia ciega y presión por resultados, Young-ho se transforma en un 'buen policía'. Desde este momento, se desconecta emocionalmente para protegerse y se convierte en una máquina que solo ejecuta órdenes.
Sin embargo, la raíz de toda esta tragedia se revela una vez más con el sonido de un tren. En mayo de 1980, Young-ho, un soldado de la ley marcial, es enviado a una ciudad desconocida. En medio del caos de enfrentamientos con manifestantes, accidentalmente aprieta el gatillo y choca con la vida de una niña. Ese momento queda grabado en su mente como una cicatriz imborrable. El aroma de los caramelos de menta que se dispersa desde el cañón del arma, la sangre y las lágrimas mezcladas con la luz del sol se solidifican en su memoria. Después de este incidente, nunca podrá volver a ser 'el Young-ho de antes'.

El destino de la película finalmente llega a la primavera de 1979. Young-ho, un estudiante de último año de secundaria que no es ni soldado, ni policía, ni empleado de oficina, sostiene una cámara junto al río. Es el día de un picnic del club de fotografía. Allí, una chica llamada Yoon Soon-im (Moon So-ri) con una falda blanca le sonríe tímidamente. Young-ho le pasa la cámara torpemente, y Soon-im saca un caramelo de menta de su bolsillo y se lo entrega. En ese momento, se abre una posibilidad infinita entre los dos. Pero el público ya lo sabe. Este joven está destinado a gritar

